
Siempre he pensado que si la palabra
es la que nos hace humanos, la palabra poética es la
que nos revela nuestra parte divina. Con ella se accede a las
cosas aparentemente invisibles que esperan el momento de ser
nombradas, de ser creadas y en este sentido se puede decir que
el poeta continúa y colabora con la obra de crear el
mundo.
El lenguaje es tal vez la mayor responsabilidad humana pues
determina el pensamiento y el pensamiento mueve a la acción.
La poesía reclama toda la belleza necesaria para sentirnos
parte de lo divino, para no olvidar nuestro origen al que nos
permite acceder si humildemente nos dejamos poseer por ella.
(Cuando la Pitia entregaba sus hexámetros se decía
que los dioses habían hablado). La palabra poética
abre caminos pero es un viaje sin retorno hacia el ser.
Poeta española. Doctora en Estudios Interculturales y
Literarios, Licenciada en Filología Hispánica
por la UCM. Imparte clases de Lengua y Literatura Española
desde 1985. Como miembro del Seminario Permanente de Teatro
del CEP ha codirigido obras clásicas griegas (Jornadas
de Teatro Grecolatino de Segóbriga). Directora del taller
de poesía y narrativa Trascendentalista (creado por los
poetas costarricenses Laureano Albán y Julieta Dobles)
de 2001 a 2011. Ha participado como poeta invitada en varios
Encuentros y Festivales Internacionales de Poesía. Ha
publicado los siguientes poemarios: Culpable de milagros
(Vitruvio, 2001), Paisajes hacia lo hondo, hai-kus, (junto
a la poeta y amiga Almudena Urbina) (CELYA, 2002), El invierno
de la rosa (El Brocense 2003), Arquitectura entre los
campos (Universidad de Costa Rica, 2008) y Grafiti (Doce
Calles, Aranjuez, 2009). Su obra figura en diversas antologías
españolas e hispanoamericanas. En 2009 recibió
el 2º premio de poesía Terras de Chamoso, Diputación
de Lugo. Es miembro del Grupo Aranjuez.
En Cuadernos del Laberinto ha participado en la Antología
de poetas contemporáneas ENÉSIMA HOJA y en
ATLAS
POÉTICO. Viajeras del siglo XXI
FRONTERAS DEL SILENCIO Hay pájaros que picotean los cabellos desnudos
a la noche. Un pato mordisquea los ojos de un mendigo. Todas las ventanas
se abren al mismo jardín que no existe. En tanto la nieve de los
almendros desborda las fronteras del silencio y tú, mi amor, solicitas
poemas sin tristezas. |